La siguiente composición la escribí en diciembre de 1985, pocas semanas antes de terminar el colegio. A la Miss Olguita Portocarrero, mi recordadísima profesora de lenguaje (q.e.p.d.), le gustó tanto, que lo colgó en el periódico mural de nuestra clase. Y hoy, casi 33 años más tarde, quisiera compartirlo con todo aquél que honre mi página web con su visita:
Un tibio día de abril de milnovecientos setentaitantos crucé por primera vez el umbral de las puertas de mi colegio. Era mi primer día de clases, y, como es lógico en una niña de siete años de edad, sentí miedo. Miedo a toda la chiquillada que me rodeaba, a la soledad en medio de aquél montón de gente, a la nueva etapa que iniciaba. Me sentí además insegura, no supe a dónde ir ni a quién recurrir, y allí, parada en el medio del patio, dejé escapar unas lágrimas furtivas. Dudé si llegaría a acostumbrarme al colegio y a su gente, a las profesoras que guiarían mis pasos y a las amigas, a quienes ahora me cuesta decir adiós. Y seguían llegando niñas y más niñas con las medias hasta las rodillas, los mandiles impecables y sus loncheras de vivos colores. Había un gran bullicio, risas, llantitos, gritos… Y yo tenía mis ideas en tal desorden, que me sentí bloqueada y súmamente confundida.
Los años han pasado y mi temor quedó oculto durante mucho tiempo, porque el colegio resultó ser alegre y divertido, claro que con los problemas típicos de esa edad, pero siempre menores a otros que habremos de enfrentar en un próximo futuro. En estos años he aprendido muchas cosas, aparte de las materias escolares de siempre, he aprendido a querer y a respetar al prójimo, a compartir los buenos y malos ratos, a reír a coro con aquellas sanas risas de la alegre niñez y de la fugaz adolescencia, a llorar por una pena ajena y a sufrir por el dolor de una amiga querida, ofreciéndole ayuda y consejo o callando en ciertas ocasiones. He aprendido que la vida no es tan fácil como para cruzarse de brazos y dejar las cosas a medio hacer, ni tan difícil como para echarse a llorar.
Ha pasado el tiempo, once años para ser más exacta, y aquel lejano día de abril que casi había quedado en el olvido, aflora ahora a mi mente, haciéndome volver a sentir ese temor y esa inseguridad, como antes también por el inicio de una nueva etapa, sólo que esta vez se trata de una más difícil: Esta nueva etapa que se avecina es crucial, el momento en que habré de graduarme y de colgar el uniforme escolar para siempre, para encaminarme hacia una nueva vida, desconocida aún para mí, y que todo mi ser pugna por alcanzar unas veces y otras rechaza tajantemente.
Compañeras de clase y de todo el colegio: sé que no soy la única que está pasando por esta incertidumbre, todas la estamos viviendo, sólo que unas la sentimos con más fuerza; pero en el fondo todas necesitamos valor y entusiasmo para lograr con éxito nuestras aspiraciones en la vida futura, que es tan decisiva para nuestra felicidad espiritual y material. Por todo esto les aconsejo que tengan fé y un poquito de ánimo, sin perder la calma, que la felicidad que buscamos está en nuestras manos y habremos de alcanzarla si seguimos el camino del bien y cosechamos lo que nuestros profesores han sembrado con tanta dedicación y desinterés en nuestras almas.
Pienso que nosotras también estamos dejando algunas huellas de nuestro paso por el colegio. Aparte, claro está, de algunos garabatos y firmas en las puertas y carpetas, así como autógrafos y dibujos en los famosos cuadernos de recuerdos que en estos momentos tan campantemente circulan por el salón (incluso en horas de clase) y las dedicatorias que impajaritablemente nos haremos las unas a las otras en la última blusa blanca que nos pongamos, quedarán las huellas de nuestro buen ejemplo para nuestras compañeras menores, que nos seguirán en las futuras promociones. Incluso nuestros profesores recordarán algunos méritos nuestros en cuanto a nuestras habilidades no sólo para tal o cual curso, sino también, y por qué no reconocerlo, para sacarles unas cuantas canas verdes, que espero sepan perdonarnos.
Y aquí la versión en alemán: Der Beginn eines neuen Lebensabschnitts
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La foto de portada la tomé en una carretera del Sur de Francia durante uno de nuestros muchos viajes a ese hermoso país.